El lote que cultivan en Villa Fiusa no oculta malezas, yuyos, flores e insectos. Pero exhibe equilibrio. No hay plagas. El sistema está vivo y la tierra es muy rica en nutrientes. “El cultivo, este año, será maravilloso por el clima que nos acompañó. Esta vez produciremos tres veces más”, se entusiasman. Con los productos de la tierra elaborarán cientos de bolsones. ¿Para quiénes? Para sus clientes: “Aquellos que siempre comieron el tomate blanco duro, blanco, acartonado y ahora prefieren el tomate de verdad”
A orillas del consumismo que parece correr sin escollos, con el pregón de la soberanía alimenticia y la nutrición sana, un grupo de unos 80 adultos -jóvenes y villamarienses muchos de ellos- se moviliza visiblemente entusiasmado con la producción orgánica en Yucat y con huertas familiares que crecen en pequeñas porciones propias de tierra, en las dos villas.
Se localizan, por ahora, en una vivienda instalada en un lote sembrado con frutos y hierbas, que penetra varios metros en la manzana, en Córdoba 662, en la vecina Villa Nueva. Una improvisada sede de un movimiento que se inspira en la permacultura, también cultura en permanencia, corriente que surgió en Australia en 1970 y que alerta sobre el agotamiento de los ecosistemas humanos y propicia compartir los recursos con equidad. Allí, en los últimos ocho meses, se concentró la elaboración de un millar de bolsones de productos orgánicos que, por 60 pesos cada uno, llegó a hogares afines y a todos los interesados, por intermedio de Facebook (https://www.facebook.com/pueblo.mampa?fref=ts) y el boca a boca.
Y siguen con expectativas, como se señalaba en el encabezado, en el resultado del cultivo de las siete hectáreas, pertenecientes a la Estancia de la Orden de la Merced, en Villa Fiusa, que sembraron con trigo orgánico.
Pueblo Mampa identifica a este grupo. Significa “a orillas del río que corre”, según un dialecto de los aborígenes comechingones.
En diciembre cumple su primer año de vida y lo celebrará el sábado 13 de ese mes con una jornada sobre Iniciativas de Transición, que se cumplirá en el Centro Comunitario Leonardo Favio.
En la oportunidad, se amplificarán las formulaciones y hábitos crecientes que se observan en distintos lugares del país, en torno a las nuevas corrientes que buscan visibilidad en la formación educativa, la producción orgánica, las construcciones alternativas y sustentables en viviendas y las energías renovables. Asimismo, se visitará el predio en Villa Fiusa donde crecen siete hectáreas de trigo y se reunirán en un fogón final, con la música como protagonista central.
Las siete hectáreas de trigo orgánico en Villa Fiusa
Germán Gabriel Cravero, 37 años, técnico agrónomo, coordina Pueblo Mampa. Quienes lo conocen, lo califican como uno de los profesionales más serios en producción orgánica en el país.
Su vínculo con la Orden de la Merced, en Yucat, le permitió recibir y, compartir con el grupo, un lote de montes, entre chañares y algarrobos, sin la tierra trabajada, que le ofrecieron en alquiler para experimentar esa idea no convencional. En él, por intermedio de un convenio de partes que destaca la dimensión social del proyecto, y tras un prolongado análisis técnico, se sembró trigo orgánico. En dos oportunidades: la primera, que debió soportar una intensa sequía; y la segunda, la actual, que está creciendo óptimamente. El lote laborado no oculta malezas, yuyos, flores e insectos. Pero exhibe equilibrio. No hay plagas. El sistema está vivo y la tierra es muy rica en nutrientes, según describen quienes acompañan a Cravero, con sus conocimientos limitados, pero impulsos macizos, apalancados en la idea central que la tierra abundante y natural ofrece el alimento imperecedero.
El grano de trigo a cultivar, “rinde apenas menos que el que con las aplicaciones de agroquímicos, pero tiene muchos más nutrientes, más energía vital”, comenta Leandro Minaldi, recordando que “hace mucho que no se cultivaba nada en esa tierra. Venía de un alfalfar. Con un colchón orgánico importante. El cultivo, este año, será maravilloso por el clima que nos acompañó. Esta vez produciremos tres veces más. Y nos haremos de la harina integral en un pequeño y amigo molino de Morrison, donde nos procesarán el trigo integralmente, con todos sus nutrientes. Así le agregamos valor a la materia prima. Tanto que el grano solo puede valer 3 pesos, mientras que la harina integral seis veces más”.
Ellos y los bolsones de alimentos
Mientras convidan al periodista con mate, a base de yerba orgánica sacada a la leña y hierbas medicinales, en la casa de su familia, en Villa Nueva, Leandro Minaldi, 31 años, realizador audiovisual, artesano, geómetra, terapeuta, horticultor; su compañera, Marianela Borsero, 27 años, chef, peluquera, artesana, horticultora, madre de dos niños, y Virginia Bagues, 28 años, vecina, estudiante de Bellas Artes, enmarcadora de cuadros y también miembro del grupo Pueblo Mampa, con un bebé de 20 días, responden convencidos que los une la necesidad de ser autosuficientes en la alimentación. Dejar de ser vulnerables. Meros poseedores de dineros para tercerizar la salud, la educación, las instancias básicas de nuestra vida. “Voy al súper y compro la comida hecha. Sólo debo ocuparme de conseguir el dinero para sostener ese sistema”, enjuicia Leandro, para proponer como alternativa una cultura sustentable, que nos permita ordenar y diseñar nuestras vidas, de manera que podamos autosostenernos y no tercericemos”.
En ese marco, informan, “estamos haciendo experiencias en cultivos orgánicos. La producción de alimentos debe transformarse. Nuestro sistema agrario está colapsado. Lo ha logrado el monocultivo en los últimos 25 años y el uso de agrotóxicos, agroquímicos, fertilizantes sintéticos, pesticidas y herbicidas. La Argentina produce para 80 millones de habitantes y muchos compatriotas sufren hambre”.
A diferencia de las quintas, muchas de ellas asentadas en Villa Nueva, que contribuyen a “la conformación de los necesarios cordones biológicos”, las “familias huerteras no usamos agroinsumos. Fomentamos la huerta familiar sin aplicaciones, como fundamento esencial de la soberanía alimenticia, del consumo consciente y local. Con frutos y verduras que vengan mejor aquí, para abastecer al grupo y reducir el costo energético”.
No sólo ellos. También citan como integrantes del grupo a Sonia Grosso, Paola Rocha, Sergio Dondero, Mabel Carreras, Florencia Pons, Valeria Gili, Gastón Bagues, Conrado Vassia, Eugenio Sosa, Pablo Somale, Victoria Ranco y Stefanía Parsi. Varios de ellos conocieron experiencias similares cerca o por el mundo. “Siempre nos encontrábamos de vuelta aquí y con el mismo interés. Íbamos al río, a sembrar en las islas. A hacer bombas de semillas. Y conocimos a Germán…”, memoraron.
Casi todos se involucran en la actividad, registrados como monotributistas, procurando fundamentalmente autofinanciar sus propias familias. “Lo conseguimos, pero a veces debemos hacer otras changas”, admiten.
Cada 15 días reparten bolsones. Con panes, dulces, frutos, acelga, puerro, repollo, ancos y calabazas, conservados en escabeche, yuyos medicinales como llantén y cedrón. Trigo en granos. Acompañados con instructivos que ayuden a aquellos no acostumbrados a su consumo.
¿Quiénes piden los bolsones?
“Hay de todo un poco. Aquellos que tienen alguna enfermedad. Porque se los recomendaron. Clientes fijos, que esperan el bolso en su domicilio. Los que se acercan. Aquellos que siempre comieron el tomate blanco duro, blanco, acartonado y ahora prefieren el tomate de verdad”.
“El trabajo te hace valorar el alimento. Nuestros productos se ofrecen mucho más baratos que los que se venden en el circuito comercial. El proyecto nació con esa impronta y nos gusta así. Promovemos el comercio justo. Que el productor esté directamente vinculado con el consumidor. Que este sepa dónde y cómo se produce. Que se realice el intercambio justo”.
Piden por muchas manos más para trabajar la tierra
No damos abasto con la demanda. Pedimos manos para que colaboren. Nuestro proyecto es abierto. Necesitamos manos para agarrar la pala y trabajar la tierra. La tierra es la que sobra. Nos han ofrecido aquí y en muchos lugares más. Adonde podemos llegar sin dificultades, con las rutas y nuevas comunicaciones con las que contamos.
El llamado lo hace Marianela, quien no oculta que quieren dar el ejemplo, aspiran a diseñar un modelo a seguir, que todavía no se definió por una figura jurídica que los abrace, aunque se los identifique como una cooperativa en formación.
Revelan que desde la Municipalidad de Villa María los alentaron a abrir ferias francas, como las ferias agroecológicas que funcionan los sábados por medio, en la Ciudad Universitaria de Córdoba.
Mantienen estrecha vinculación con el INTA, cuyos agentes asesoran y certifican sus labores y les encargan la distribución de plantines y semillas entre aquellos que quieran iniciar la experiencia.
Sus anhelos también están en conocimiento de las áreas respectivas de la Universidad Nacional de Villa María.
Los objetivos generales que persiguen, entre otros, son:
·Establecer vínculos armoniosos con la naturaleza a través de la práctica de la permacultura.
·Revalorizar el monte nativo.
·Sostener acciones conservacionistas sobre la flora y la fauna del lugar.
·Fortalecer la conciencia ecológica de los amigos, colaboradores y visitantes de Pueblo Mampa. Formar un núcleo modelo de trabajo rural que se pueda replicar en la comunidad regional.
·Lograr un sistema autosustentable, que asegure vida digna a los asociados y progreso a la cooperativa, por medio del manejo agroecológico del establecimiento.
·Compartir el conocimiento.
·Construir las instalaciones necesarias para el desarrollo del proyecto (baños, cocina, quinchos, albergues, etcétera) y viviendas ecológicas para los socios de la cooperativa, valiéndonos de los recursos propios del lugar y del uso de técnicas de construcción no convencionales.
Héctor Oscar BernausLas fotografías
1) Son decenas de personas que sostienen una economía que reposa sobre las márgenes del consumismo. Cultivan siete hectáreas en Villa Fiusa sin usar un solo producto químico. Se nutren de la tierra sana y comercializan los excedentes. Sus bolsones son esperados por cientos de clientes
2) Virginia, Marianela y Leandro, con sus hijos, debajo de un árbol de pomelo, en Villa Nueva
3) En un lote de tierra sin trabajar crecen siete hectáreas de trigo orgánico en Villa Fiusa
4) Marianela y su beba junto a herbáceas y yuyos medicinales
5) Leandro junto a un muestrario de componentes alimenticios del bolsón que se distribuye cada 15 días
Nota de EL Diario del Centro del País