Reflexión de la espera de la Navidad
“… porque no había lugar para ellos en el albuergue.” Lc. 2,7
Nada del mundo podría empañar la felicidad que sentirían María y José de recibir al niño donde fuese. Tener a Dios así de pequeñito, debil, fragil, en el medio de la noche, del frío, bien nos llena de esperanza. “Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo, para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios” (ICort.11,27-28).
“Nada podrá separnos del Amor de Cristo…” (2Co 4,8) y en esto consiste la Alegría de María y José con el Niño en el Pesebre.
Y sin embargo, hoy seguimos y seguiremos buscando a Dios en todos las circustancias menos en las que Dios busca manifestarse. El Dios de las Bienaventuranzas es generalmente aceptable para nosotros cuando su presencia es expresamente manifiesta y “Feliz…”
¿Dónde, fuera de la liturgia del Adviento buscaremos a Dios en lo que no deseamos…?
Tú que vienes, en cada pobre y enfermo… ¡Señor, Ten Piedad!
Tú que vienes en cada familia sin vivienda…. ¡Cristo, Ten Piedad!
Tú que vienes a nosotros en cada hermano necesitado… ¡Señor, Ten Piedad!
Muchas de las actitudes de nuestra cultura hoy día han dejado de ser cristianas… y el festejo de la Navidad se ha convertido en uno de sus paradigmas. Se repite año tras año la negativa de nuestros corazones de recibirlo del modo en que El vino a nosotros… Y la negativa de la Navidad se prolonga coherentemente a lo largo del año y del tiempo. La Buena Noticia es que Jesús, hermanado a la Humanidad, ha instaurado la Paternidad de Dios sobre todos los hombres, ¡todos!, asemejándose a los que no tienen lugar en los albergues, a los perseguidos, a los necesitados de todo. Lo proclama en el portal de Belén y en toda su vida. Buena Noticia aceptada por cualquier hombre y mujer de buena voluntad, como los Reyes de Oriente: “Dios con nosotros”
La marginación, subproducto necesario de una cultura social que tiene uno de sus pilares fundamentales en el interés económico y el poder como medida de todas las cosas, es profundamente anticristiana, anti Niño de Belén, anti Virgen, anti San José, anti burro, anti pastores, anti noche fria plagada de estrellas.
La marginación hecha violencia de arriba y de abajo, la intolerancia, la opinión personal absolutizada, la “ofuscación” de la verdad y la mentira, el placer ante todo, el propio interés por encima del bien común (cfr. Liturgia del Bautismo), es aquello a lo que debemos renunciar como único camino de adoración del Niño de Belén. En criollo, nadie está de más en ninguna sociedad, y ni siquiera nosotros mismos. Nos debemos a los hermanos, nos debemos al Niño Hermano.
Las barriadas pobres, los hospitales, las cárceles, la conculcación de los derechos humanos, sobretodo de viudas (quienes pierden el fundamento de su “civilidad”) y huerfanos (de una sociedad que no protege y abandona) y tantas otras situaciones, se convierten para la espiritualidad cristiana de todos los tiempos, en Pesebres cualificados de un Dios que se hace humano en las condiciones más adversas.
Nadie podrá separarnos del Amor de Cristo, a menos que el “joven rico” que todos llevamos dentro, ahogue nuestro deseo de seguir al Señor en proclamar la fe de su Pueblo: ¡Dios es Padre de todos! Es el único Dios, único Señor. Aunque sabemos que en los bracitos de este niño de Belén “crece la Cruz” (Villancico Noche Anunciada).
Que la alegría y paz de tu corazón sean como la alegría de María y de José, del burro, de los pastores, de las estrellas del cielo que desafiando el vacío del albergue, de la dureza de la noche y del frio, llegaron al rostro de Jesús que se hizo hermano de todos….
Comunidad Mercedaria de Yucat