En los 30 Años de Vida Religiosa (1977-18 de enero-2007)
Es una entrevista que me hicieron los organizadores de «Sonrisa de Elefante» para un taller dentro de las actividades de la Colonia de Verano. Por cumplirse 30 años de mi primera profesión, la comparto con aquellos que quieran conocerme por dentro un poquito más…
1.- ¿Cómo era tu vida antes de entrar a la Orden?
El ante último año de mi secundaria, 1972, me invitaron a un retiro de renovación en el que retomé el deseo de vivir la espiritualidad inculcada por mi familia, sobretodo por mi padre. Ese movimiento que organizaba aquellos retiros, tenía sede en la Parroquia de La Merced en mi Ciudad natal, Mendoza. De allí acompañé al P. Ploza en la organización de varios retiros y entré en contacto con la Orden. Pero también continuaba mi vida de jóven normalmente. En ese tiempo también tenía una relación de noviazgo bastante sentida y sana. Ella sabía que dentro de todos mis intereses también cabía la posibilidad de ingreso a la vida religiosa… Al finalizar el primer año de facultad por decisión de ámbos, y sin tener como motivo mi vocación, cortamos el noviazago. Eso dio lugar a una profundización de mi vida eclesial. Y las cosas se fueron dando para que en julio del año siguiente pidiera el ingreso a la Orden.
Yo diría que fui un jóven inquieto por varias cosas, sobretodo en el sentido de la rectitud y de la justicia. Al ampliarse el espectro de mi visión del mundo concordante a la edad, también mis deseos de rectitud (¡las cosas, bien!), y de la justicia. En ello tuvo mucho que ver los intereses del final de la década de los sesenta y principio de los setenta. Nunca milité en ningún grupo político ni social, de izquierda. Pero mi interés en responder a las necesidades de los menos favorecidos ha estado siempre presente. En mi vida he tenido gente cercana que se ha jugado por los demás, que les ha dedicado la vida… entre ellos, el grupo de familias de mis padres. En él participó el P. Viglino, (¿formador? de los “17 rebeldes”, curas mendocinos que luego formarían parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, también con la hermana de Enrique Dussell, filósofo mendocino exciliado desde aquella época en Mexico. Pero nada ha tenido que ver aquél movimiento con grupos marxistas, la ideología ha salido de lo profundo del pensamiento eclesial elaborado desde el papado de León XIII. El Concilio Vaticano Segundo vino a liberar aquel pensamiento desde lo profundo de su interpretación evangélica. Tal vez hoy silenciado por Ella misma… Más bien diría que eran grupos de cultura conservadora con un fuerte interés social.
Pisamos con mi propio grupo de amigos las villas mendocinas desde aquella época, pero desde un trabajo de apoyo a la educación juvenil y a las necesidades más acuciantes: alimento y vestido. Pero en aquella época las villas eran solo agrupamiento de gente que llegaba del campo en búsqueda de trabajo. Era pobreza digna y con deseos de progreso… También ha habido, como en todos lados, de todo un poco. Participé junto a mis amigos en la formación de tres grupos de jóvenes. Asistimos a un “cotolengo” estatal con trabajo y contacto afectivo. Mendoza era de los mendocinos aunque más de unos que de otros (pero con mucha menos diferncia que hoy). Tal vez con una clase media alta y alta que gustaba ignorar considerándola “voluntad de Dios” los sacos de pobreza de su alrededor y no tenía ningún problema en considerar a la mano de obra boliviana que venía a las cosechas como una especie subhumana a la que se podía dejar dormir a la intemperie con niños y todo, porque estaban acosturmbrados a eso, comiendo pan con mortadela durante todo el tiempo de su estadía.
El recrudecimiento de la época “dura” fue haciendo más dificil éstas tareas y el repliegue fue dejando paso a un mayor compromiso de corazón con la gente, en mis amigos y en mí. Tanto la “izquierda” como la “derecha” hacían un duro cuestionamiento al mundo ideal de libertad y justicia social acunado en la década que comenzó con The Beatles y el mayo francés, y expresado tan sublimemente en la “Gaudien et Spes”
Había que tomar posición en el mundo. No tomarla era un signo de cobardía o al menos significaba tomar decisión por el “establishment”, lo establecido, o sea, un mundo injusto: la cobardía de no querer ni jugarse por un mundo mejor. Algunos se hicieron guerrilleros, otros represores, otros aplaudieron a los ganadores, otros no querían ni opinar. La generación siguiente, se abstuvo y se refugió en el bienestar y progreso personal con los beneficios del dinero y la prebenda fácil…, comenzaba la época de la corrupción a cara descubierta. “Dios me ha favorecido… ¿qué culpa tengo?”
2.- ¿Cuáles fueron tus motivaciones para entrar?
Había que tomar posición en el mundo, lo pedía una necesidad cultural y la misma etapa de mi vida. El dolor de la separación de quien era la niña de mis sueños, me hizo comprender que no es algo intolerable y que había otros dolores más lacerantes. Y que si el dolor es capaz de ampliar los horizontes de la vida y la trascendencia, éste era el caso. Y lo digo por aquel dolor de vínculos primarios, como de la pérdida de aquel mundo ideal que se hacía trizas en la prepotencia del “pragmatismo liberal”. Se hicieron presentes imágenes de mi primera niñez en las que el vínculo religioso adquiría niveles verdaderamente sacros. Todavía permanece grabada a fuego en mi mente aquel fin de mañana en lo que era el seminario diocesano vacío de seminaristas. Ante la charla del que estaba enfrente hablaba de la falta de vocaciones sacerdotales, yo respondía: “voy a ser uno…” tenía seis años, casi siete.
En el tiempo del ingreso participaba de misa diaria en los Jesuitas, el fin de semana con un cura diocesano ex.-salesiano en mi parroquia de Chacras, lugar de mejores momentos de niñez y adolescencia. A la Merced iba a confesarme de vez en cuando. El conocer algunas casas de la Orden, entre ellas León XIII y Yucat (campamentos de verano e invierno), fueron haciendo cristalizar un proyecto que aún no se distinguía bien. Tal vez me atrapó el espíritu de libertad para poder generar el proyecto de vida que nacía en mí.
3.- ¿Qué dejaste al abrazar el carisma?
Es una pregunta difícil de responder por varias razones. La primera es que no debiera compararse lo real con lo ideal, lo existente con lo hipotético…Yo se lo que tengo pero no se lo que hubiera tenido de no haber recorrido el camino que estoy haciendo. Lo otro, que no es menos importante, es que busqué tener el conovencimiento que si había algo bueno para dejar debería dejarlo por algo mejor…
Podría decirte qué cosas tenía como muy importantes a realizar si no hubiera sido religioso: una familia, otra profesión diversa, mayor tiempo “para mí”… la verdad es que todas ellas las he logrado de otro modo y más aún de lo que en aquel momento sospechaba. El Señor me ha regalado una vida llena de cosas importantes y plenificadoras. Con sencillez puedo afirmar que he superado las expectativas que me había hecho de la vida. Ciertamente que muchas veces hacemos mayor incapié en lo que nos falta que en lo que tenemos.
El carisma, nunca ha sido limitante en mi vida, por el contrario, ha sido una liberación de fuerzas internas permanente. Muchas veces he sentido la fuerza de la libertad para poner en crisis mis opciones de vida, aún las más arraigadas. Y aún hoy siento un gran espíritu de libertad para tomar y para dejar, y estoy seguro que esto ha de continuar. En este sentido puedo afirmar que no he dejado nada.
4.- ¿De qué maneras concretas vivís el carisma mercedario hoy?
Más que de hacer cosas, la vivencia del carisma es mirar de un modo particular la vida, el mundo, la gente, los problemas, de poner mirada atenta a aquellas cosas que no pueden pasar desapercibidas ante el aquel que se esfuerza en tener en relieve tal sentido Es también un modo de vivir la espiritualidad cristiana con una acentuación particular.
Pero hay que cuidar de no volverse obsesivo ni reduccionista. La realidad y la vida siempre son mucho más amplias que tu visión, por amplia que ésta sea. No puede decirse que el único problema es el de la libertad, o el del amor. Son esenciales al humano, pero no lo agotan. Podés intentar una respuesta para cada problemática contestándola con las palabras de tinte mercedario: libertad, amor, visita, redención… pero hay aspectos de la vida que no podés buscar encajarlas a presión en éstos conceptos.
A partir de allí trato de aplicar la mirada, el sentimiento, el amor mercedario en todo lo que hago. Hoy me tocan aspectos nuevos en lo que no se ha profundizado su relación con el carisma, pero no quiere decir que sea el primer “mercedario” en ninguna tarea particular.
En lo concreto, he tratado de dar continuidad a las obras que realizaba en León XIII. El proyecto “El Arbol que tu olvidaste…” que luego dio paso a trabajos formales a familias venidas de ámbitos de marginalidad ha sido un modo mu concreto y creo lo sigue siendo, dentro de lo que la organización me lo permite, siempre he optado por los más desfavorecidos. Aún en el campo donde vivo hoy he seguido teniendo particular empeño en las situaciones humanas más difíciles.
No es menos esfuerzo, hoy, que me toca vivir en la abundanacia, cultivar el espíritu de libertad frente a lo bienes. San Agustín está en mi memoria diaria: “es mejor tener menos necesidades que más cosas…” Mirado desde el ámbito social y geográfico, no se distingue por exceso mi modo de vida respecto de las personas que me rodean, por el contrario, muchos de los “subalternos” gozan de mayores bienes que yo. Y los que poseo, constantemente busco compartirlos con otros. Igual con el poder y los afectos. Sin duda que quedará un amplio camino para recorrer y espero con interrogante el día en que me toque poner a prueba lo que estoy afirmando. Por ahora trato de no olvidarme de buscarlo en el día a día.
Organizar internamente esto que se asemeja a una mediana empresa con criterios evangélicos no es tarea pequeña… sobretodo cuando en general las empresas tienen modelos de “sustentabilidad” basados en la expulsión de la mano de obra, en la explotación del suelo, en la rentabilidad por encima de toda consideración; y en el poder… Generar relaciones de solidaridad, ayuda mutua, justicia distributiva, bien común y bienes comunes, a veces es tarea ardua.
Hay opciones empresariales que intento sean de cuestionamiento o de interrogante para mís congéneres empresarios. De hecho ya se venían dando opciones claramente a favor de las persoans y de la sustentabilidad del campo. Me ha tocado darles un poco más de expresión y sentido. En éste sentido es mucho lo que puede hacerse todavía, como dice la Misión Institucional: “Su potencial de proyección de inserción social y aún política es inmensa por cuanto se encuentra en una Institución con una fuerte vocación humana y cristiana, comprometida con la vida, las personas y el país en el cual está inserta”
Por otro lado he buscado mantener todo lo que he podido mi esfuerzo de mantenerme relacionado con agentes de pastoral marginal. Acompañamiento personal y económico busco que no falten dentro de mis intereses. Por último, al estar dentro de una comunidad con múltiples personas, trabajando como ecónomo puedo dar lugar a que otros puedan ejercer su rol mercedario en los distintos aspectos de la vida religiosa y laical mercedaria.