Ecorregiones de la Argentina V: El Espinal. El Distrito del Algarrobo y los Talares
Autor: Juan Carlos Chebez y Bárbara Gasparri / 23 de nobiembre de 2010.
Remitiendo a los interesados en esta ecorregión o Provincia Biogeográfica a la entrega IV de esta serie (Ecorregiones Olvidadas IV: El Espinal. El Distrito del Ñandubay o Montielero) donde explicamos el alcance general de esta formación que a modo de transición entre los bosques y pampas de la región chaqueña se intercala rodeando a la pampa que como sabemos era en sus orígenes una llanura carente de formaciones arbóreas, seguimos esta vez con una zona donde es difícil visualizar en la actualidad lo que fue en el pasado.
A diferencia del Distrito Montielero o del Ñandubay al que ya nos referimos y donde con algún esfuerzo podríamos reunir varias propiedades vecinas que aún mantienen la matriz del espinal original, el Distrito del Algarrobo solo persiste como una reliquia por accidente en campos de gran valor agrícola y ganadero donde no se dudó en extirparlo para darle lugar a los cultivos y a las tierras de pastoreo.
Este Distrito se extendía por el centro de Santa Fe básicamente entre los ríos Carcarañá y Salado para tener una idea pero no en forma estricta ya que no los respetaba totalmente como límites, para continuar por buena parte del centro de Córdoba casi hasta la altura de la capital de esa provincia y llegando al pie de las sierras pampeanas donde le dejaba su dominio al Chaco serrano. Hacia el norte hacia lo mismo con el Chaco seco que ocupaba plenamente amplios sectores del norte cordobés. Algunos bordeando las sierras creen que el mismo llegaba hasta el pedemonte de las sierras de Comechingones y San Luis en esa provincia donde se producía el reemplazo, igual que hacia el sudoeste de Córdoba con el otro Distrito que trataremos aparte que es el del caldén.
Como vemos se trataba de un bloque bastante continuo aunque naturalmente con una configuración tipo parque es decir, de manchones boscosos separados por abras de pasto más o menos amplias y algunos terrenos bajos con bañados y lagunas intercalados. Como un brazo por las barrancas del Paraná en el sudeste de Santa Fe y adentrándose en el nordeste de Buenos Aires se prolongaba una formación muy similar que para algunos merece ser apenas un Subdistrito de ésta y que aquí trataremos al final y es la que se denomina habitualmente como “talares” o “talares bonaerenses”.
Este amplio ecotono que era en definitiva el Distrito del Algarrobo entre el Chaco y la Pampa era hacia el siglo XVIII un tupido bosque cuyos grandes manchones se evitaban cuidadosamente por refugiar todavía yaguaretés y abundantes pumas pero que de tan denso se asomaba a los bordes mismos del camino real entre postas que unía Buenos Aires con la ciudad de Córdoba. El famoso “Lazarillo de ciegos caminantes” de Concolorcorvo publicado en 1773 en España y que era un relato del trayecto en mulas entre Buenos Aires y Lima no deja dudas al respecto, igual que multitud de otras crónicas pero a medida que se avanza en el siglo XIX el bosque se repliega y especialmente la demanda de los algarrobos para construcciones, muebles, carretas, etc. lo fue transformando en arbustales o fachinales carentes muchas veces del estrato arbóreo superior y ya más tarde se produjo el reemplazo directamente por la expansión agrícola-ganadera que señalamos.
Entre los manchones más importantes que han quedado en pie aunque ninguno efectivamente protegido de esta formación se cuentan los que existían hasta no hace muchos años al sudeste de Villa María en la provincia de Córdoba, uno de los cuales estaba en campos de la familia Cárcano que lo protegió durante muchos años. De allí proviene uno de los escasos muestreos florísticos efectuado aparentemente por el mismo Ángel Lulio Cabrera quien en su fitogeografía de la Argentina indica en un cuadro entre las especies muestreadas al algarrobo blanco, el tala, el molle o incienso, el chañar, curiosamente el tala trepador que es más bien propio de formaciones selváticas ribereñas y luego varias especies de herbáceas y enredaderas que pueden consultarse en dicho cuadro. Él indica para ese muestreo que lamentablemente no está acompañado de la fecha que fue efectuado en un “relicto de espinal 16 km al sudeste de Villa María”.
Otro sitio sabemos que se encuentra protegido por una familia en los alrededores de la localidad de Noetinger en el departamento Unión en la provincia de Córdoba donde sabemos que además de grandes algarrobos subsisten allí buenas muestras de la palmera caranday o carandilla común. Esta especie forma bosquecillos muy llamativos por sus hojas en forma de abanico, su porte más bien bajo y porque es común que varias nazcan juntas formando casi un ramillete de palmeras aunque no comparten el mismo estípite. Sus hojas fueron usadas como fibra para hacer alfombras, escobas y otras artesanías y en algún tiempo muy buscadas para hacer la suela de las típicas alpargatas. Es común en esta especie que al secarse las hojas se vayan amontonando hacia abajo recubriendo el estípite o “tronco” de la palma con una especie de “pollera” de hojas. Debajo de ellas encuentran su hábitat comadrejitas, ratones, aves como la bandurrita chaqueña que es más fácil de oír que de avistar y muchas más. Eso las vuelve fácilmente inflamables y por eso en los bosques sometidos a fuego no se observa dicha pollera. La distribución de esta palma es curiosa pues ya la mencionamos en el Distrito Montielero, ahora en el Espinal adentrándose por el valle de Punilla y el norte cordobés hacia el Chaco serrano y el Chaco seco y formando densos bosques también en el Valle de Conlara en San Luis y en San Francisco del Monte de Oro. Su presencia en parches en el Distrito del Algarrobo demuestra que su distribución en la Argentina iba de este a oeste usando principalmente como vía de conexión este Distrito que hoy describimos y donde ya es difícil de encontrar.
Personalmente nos tocó conocer un interesante relicto de unas 300 ha en una vieja propiedad de la Orden de los Mercedarios en las cercanías de Villa María y nos referimos al predio de la Estancia Yucat donde afortunadamente se preserva dicho manchón como una unidad contando con relevamientos biológicos bastante detallados y hasta la contratación de una bióloga para atender su correcto manejo, conocimiento y planes de educación ambiental e incluso de ecoturismo tratando de encontrar así un nuevo atractivo en algo que se preservó porque afortunadamente alguno de sus administradores circunstanciales, demostrando cariño por las cosas nuestras, lo mantuvo al margen de la transformación para otros usos.
En el mismo podía observarse claramente un estrato alto de algarrobos y chañares y talas de gran tamaño así como una abundante diversidad de arbustos y enredaderas aunque hay procesos invasivos de una solanácea que merece un cuidadoso estudio y eventual control.
También se habla de una reserva de más de 40 hectáreas propiedad de Francisco Tau, una destacada personalidad de Bell Ville y que en 1989 había sido declarada “Patrimonio ecológico inalterable” de Bell Ville y que supuestamente protege esta formación. Lamentablemente existen tantas dudas sobre su implementación y al no tener un reconocimiento provincial, preferimos en nuestra Guía de las Reservas Naturales de la Argentina, tomo 5, de 2005 incorporarla en un apéndice.
Llama la atención la pobreza de acciones de conservación para una de las formaciones probablemente más amenazadas de la Argentina y si no incluimos los sectores peri-serranos de San Luis y del norte de Córdoba, lo que aquí enumeramos es de lo poco hecho para la conservación de este ambiente. En Santa Fe tampoco mereció interés la conservación de este ambiente y por eso cobra gran importancia el manchón de 70 ha protegido como Reserva Universitaria en la Escuela Granja Esperanza y que fue establecido por una iniciativa del Dr. Martín de la Peña, destacado naturalista oriundo de esa localidad. No obstante la presencia del quebracho blanco obliga a considerarlo una muestra de Espinal en neta transición con los confines del Chaco.
También la Reserva Privada de la Fundación Federico Wildermuth de más de 1.000 ha contendría ambientes de transición del Espinal con la Pampa.
Del mismo modo, la Reserva Municipal San Justo de 20 ha en las inmediaciones de dicha localidad santafesina se puede considerar una muestra de esta formación aunque por su ubicación tiene también una neta influencia chaqueña amén de una ínfima superficie y una pobre implementación.
Proyectos como el Campo Las Vizcacheras que tiene más de 1.500 ha en el departamento San Cristóbal ayudarían a proteger este ambiente aunque gran parte del mismo son terrenos bajos y anegadizos. El proyecto de la Reserva de El Espinillo que alienta la Cátedra Libre de Fauna Silvestre de Casilda, podría ser una buena oportunidad de proteger un ecotono del Espinal y la Pampa.
Para Cabrera este Distrito tenía bosques de dos especies de algarrobos, el blanco y el negro, tala, chañar, espinillo, sombra de toro, coronillo, molle o incienso, como ya se mencionó el tala gateador, el abreboca o molle blanco y en ciertos lugares, la palmera caranday o carandilla común. Como arbustos, se cuentan el atamisque, el poleo, el azar del monte o cedrón del monte, la pichana, destacando también un estrato herbáceo con diversas especies.
Realmente si no urgen acciones concretas, principalmente en Córdoba y Santa Fe, ya no se podrá en breve saber mucho de ese paisaje montuoso que hoy cuesta imaginar.
Talares
Como un brazo extendido hacia el sur de este bosque, se extendían los talares siguiendo las barrancas del Paraná o sus afluentes como el riacho Baradero y el Paraná de las Palmas y luego las barrancas del río de la Plata, incluyendo las lomadas vecinas a los ríos Reconquista y Luján hasta las cercanías de la actual ciudad de La Plata. Allí los talares seguían hacia el sur aprovechando la aparición de una serie de albardones o lomadas de conchilla, restos de las viejas playas que acompañaron las ingresiones marinas que en el pasado penetraron por el estuario del Plata cubriendo lo que hoy es el delta y subiendo por buena parte del curso del río Paraná.
Dado que estos albardones están ubicados en forma paralela a la actual costa del río de la Plata, y paralelos entre sí, los bosques de tala siguen una clásica forma de fajas longitudinales y llegan hacia el sur hasta los alrededores de Mar del Plata y la Laguna de los Padres. Incluso últimamente se han visto talas más al sur y en Tandil pero habría que ver la real antigüedad de los mismos y si no son colonizaciones recientes dado que el poder de propagación de este árbol ayudado por los pájaros y de alguna manera por los alambrados, es impresionante.
También cuesta reconocer todavía esta formación sobre la cual crecieron localidades como Rosario, Buenos Aires, y todas las ciudades intermedias que están construidas en el tope de las barrancas de la Pampa ondulada y que para instalarse debieron nutrirse de la leña y la madera de estos bosques y desalojarlos por una cuestión de espacio. Ya a principios del siglo pasado el botánico Lucien Hauman y el zoólogo Martín Doello Jurado, llamaban la atención sobre la necesidad de preservarlo y más tarde, Lorenzo Parodi y Arturo Burkart dejaron afortunadamente listas detalladas con la ubicación de los talares más importantes de los alrededores de Buenos Aires y que permiten hoy reconstruir con claridad cómo era el ambiente y por qué no intentar en algunos sectores su restauración.
Aquí se distinguen básicamente dos variantes del talar de acuerdo a su disposición sobre barrancas o sobre albardones, así se habla de Buenos Aires al norte de los talares de barranca en los que aparecen especies que se van perdiendo en un gradiente norte-sur no sólo entre la flora sino también entre la fauna. Estos talares son en apariencia más angostos y se han salvado en el borde mismo de la barranca ya que incluso los cultivos comienzan en la cresta misma de estas pendientes. En grandes líneas aparecen aquí elementos paranaenses o de la selva en galería probablemente por la escasa distancia entre el Delta del Paraná y las barrancas que facilitó la migración de plantas y aves propias del monte blanco a este talar más húmedo y por otra parte, por el mayor aporte de especies chaqueñas o si se quiere montieleras como el quebracho blanco, el quebradillo o quebrachillo, que no se encuentran más al sur. La presencia del algarrobo podría hacer tranquilamente justificado el nombre de este sector como “Talar con algarrobal” y todavía en Baradero y hasta en San Isidro, en una matriz urbana, se puede ver la presencia de este enorme árbol de copa aparasolada que aquí se ubicaba aparentemente en las salientes de los acantilados más expuestas al fuerte sol. Se cree que los algarrobos llegaron hasta las barrancas de Belgrano, Retiro, Parque Lezama y según algunos, incluso hasta Pereyra Iraola.
En un interesante estudio publicado por Eduardo Haene en 2006 distingue como especies propias del talar 12 especies que incluyen el tala, el sombra de toro, el aromo o espinillo, el molle y el coronillo entre los árboles, y entre los arbustos el tala del indio o guanache, el barba de tigre, brusca o brusquilla, y el camará de talar. La enredadera Philibertia gilliesii y las hierbas patito, la orquídea terrestre Cyclopogon elatus y Blumenbachia urens. Al distinguir la flora que caracteriza al talar de barranca como una unidad diferente, la lista suma 34 especies más, 9 de hierbas, una gran cantidad de arbustos y subarbustos y entre los árboles el quebradillo o quebrachillo, el ombú, el algarrobo blanco, el chañar y el tembetarí al que habría que sumar el quebracho blanco que por entonces todavía no había sido redescubierto y su presencia se consideraba dudosa.
Entre las especies del talar de albardón es notable en el área de Magdalena-Punta Indio lo abundante que se vuelve el coronillo compitiendo en dominancia con el mismo tala y sumándose en un sector muy reducido y acotado, el raro ombusillo que es un endemismo de ese sector. Hacia el sur de la bahía de Samborombón y hasta el final de su distribución en Laguna de los Padres llama la atención verlo acompañado del sauco que parece el arbolito acompañante que le muestra mayor fidelidad.
Sería mucho lo que hay para decir de esta formación a la que corresponde realmente el ombú al que equivocadamente muchos consideran un elemento pampeano y a la doble situación que muestra el tala de ser por un lado como formación una comunidad amenazada pero como especie y en forma individual uno de los vegetales más resistentes a la intromisión humana ya que, se recupera del hacha si se lo desaloja de los campos busca crecer en las banquinas o pegado a los alambrados donde germinan los frutos dulces que consumen muchos pájaros y si lo mismo ocurre en urbanizaciones aprovechará entonces los baldíos sin olvidarnos de los terraplenes ferroviarios.
Por sus diferencias, su peculiar ubicación y la necesidad de una estrategia bastante diferente para conservarlo a lo que se suma el esfuerzo reciente llevado adelante por una ONG, la Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”, a la que se sumaron la Universidad Maimónides, la Universidad CAECE, Aves Argentinas, la Administración de Parques Nacionales y la Subsecretaría de Política Ambiental de la Provincia de Buenos Aires, creemos que es conveniente tratar a los talares casi como una ecorregión diferente ya que compensa la carencia de elementos absolutamente endémicos con la abundancia de otros que casi lo son o que regionalmente se comportan de ese modo. Sería muy largo aquí enumerar todo lo hecho en materia de reservas en este sector pero la mayoría de las reservas podemos decir que son aún insuficientes y la que aparece como la más grande en superficie no tiene la implementación deseada: el Parque Costero del Sur en los partidos de Magdalena y Punta Indio.
Para más datos de esta zona y en especial de los faunísticos, remitimos a los trabajos:
** Mérida E. y J. Athor (ed.). 2006. Talares bonaerenses y su conservación. 259 págs., Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”, Buenos Aires.
** Athor, J. (ed.). 2009. Parque Costero del Sur: Naturaleza, Conservación y Patrimonio Cultural. Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”, Buenos Aires.